La Cosecha será buena si la
semilla que siembras es buena. No en vano dijo el maestro en tiempos muy
remotos: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo,7,15-20). Y es que a veces nos
preocupamos tanto por el resultado y por lo que queremos, que olvidamos que el
producto final, la meta, el éxito y el logro de eso que queremos se construye con
nuestras acciones diarias, con nuestras pasos certeros, con el enfoque de
nuestras actividades, en fin con lo que creemos, pensamos y hacemos a diario, día
a día, noche a noche, semana a semana, mes a mes y año a año.
Eso será la cosecha que recogeremos, esa será la
semilla que iremos sembrando en nuestras vidas, en nuestros hijos, familiares y
en nuestra sociedad. Así se construye un país, con acciones que generen fuerza
a los ciudadanos para continuar luchando por el desarrollo de nuestro País.
Cada quien en su ambiente, en su familia en su trabajo en sus actividades lúdicas
y con todas aquellas personas con quien compartimos.
A veces queremos que el país
cambie, que nuestro jefe cambie, que nuestros hijos cambien y no nos damos
cuenta que todo eso cambiará cuando comencemos a cambiar nosotros mismos. Pensamos que los hijos rebeldes no tienen
remedio y nos enfrentamos y nos imponemos a la fuerza sin darnos cuenta que estamos colaborando a
que su rebeldía crezca. Creemos que nuestro jefe nos trata mal porque es un
amargado y nos tiene rabia y lejos de sonreír le volteamos los ojos y perdemos el tiempo de trabajo hablando mal de todo, en vez de cambiar
nuestra actitud.
Queremos que nuestro país sea el
mejor, pero nos da flojera trabajar y solo hablamos que nada sirve, que antes
todo era mejor, pero no hacemos nada para que nuestro presente se construya con
acciones que nos impulsen al éxito. Nos conectamos en emociones negativas que
sólo los perdedores asumen y olvidamos que somos fuente de agua viva con la que
regamos nuestra plantación. Si nuestra semilla es buena y la regamos con agua
limpia y le quitamos las malas hierbas que puedan enfermar a nuestras plantas
nos estaremos asegurando de que nuestra cosecha será buena y abundante y
estaremos recogiendo frutos durante toda nuestra vida, producto de nuestra
buena siembra, de nuestro cuido y de nuestra dedicación y esfuerzo diario.
La Buena semilla son todas
aquellas acciones diarias que hacemos producto de nuestra sabiduría humana que
es el arte del buen vivir o el vivir en armonía con nuestros valores, puestos
al servicio de las personas que nos rodean, de los próximos, es decir de
nuestro prójimo. Pero para que la semilla no muera hay que regarla y hacerlo
con la mejor agua con que dispongamos,
agua limpia y cristalina que es todo aquello que leemos, que escuchamos, que
compartimos, con lo que llenamos nuestro espíritu y alimentamos nuestra alma.
Esto son los buenos libros, las canciones potenciadoras, las buenas compañías que
nos impulsan al éxito, una buena conversación con las personas que sabemos nos
aprecian e incluso, una oración que es ese dialogo íntimo y personal que
hacemos con nuestro ser superior, sin importar la religión que profesemos. Esa
es la fuente de amor que nutre nuestra alma y la hace diferente. Todas estas
acciones nos potencian y nos hacen sonreír cuando todos están tristes, por eso
es el amor la respuesta para nuestros hijos rebeldes, para nuestro jefe gruñón
y para todas aquellas personas que nos rodean.
Pero no basta con eso, también es
necesario quitar la mala hierba que hace que nuestra plantación se enferme y no produzca la cosecha esperada, eso son todas
aquellas personas que nos restan energía, los pesimistas, los que nunca están conformes
con la vida, aquellos que no creen en nosotros, incluso no creen en ellos
mismos, esas personas que nos roban los sueños porque tampoco saben que pueden
soñar, los que se burlan cuando decimos que queremos cambiar, los que no creen
en las cosas buenas, incluso no creen en la fuente inagotable del Amor. Estos
son peores que los libros poco potenciadores y la música poco estimulante que a veces imnunda
nuestra radio.
Nadie puede dar lo que no tiene, por eso el
llamado es a sembrar buena semilla, que son todas las acciones que hacemos, a regarla con la mejor agua que es todo con lo que cultivamos y
alimentamos nuestro espíritu teniendo como la mejor energía para el cultivo el
Amor que es la emoción positiva por excelencia, que nos da alegría, que nos da
emoción, que nos impulsa a cambiar y que nos hace feliz. Los frutos serán la
alegría, el logro, el éxito, la sonrisa, la amistad sincera, el apoyo
incondicional de la familia, el aprecio de los amigos, la buena energía de las
personas que vamos tocando con nuestro encuentro e irán llegando bendiciones insospechadas
producto de nuestras acciones.
Así como el mejor agricultor recogeremos
la mejor cosecha, pues éste sabe que cuando la semilla es buena solo se tiene
que preocupar por regarla y cultivarla,
pues sabe que la garantía está en la siembra, haciendo sabias las palabras del
maestro cuando dijo: “ Por sus frutos los reconoceréis.”
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